jueves, 14 de abril de 2011

Donde, como y con que juegan nuestros niños

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aportado por LILIANA CALVO — Última modificación 23:30
Infancia - Juego - Socialización
Las plazas  hace tiempo dejaron de ser un lugar seguro, los parques de diversiones, cada vez más mecanizados nos  propo­nen juegos  más  violentos, los edificios sugieren menos metraje en sus ambientes, no contamos con veredas, ni patios , ni galerías donde nuestros niños puedan jugar, correr al sol, e intercambiar  experiencias con sus amigos del barrio.

Muchos de nosotros elegimos  irnos  a vivir a sitios retirados, provincias del interior del país, o country,  en la búsqueda de una vida más saludable, resignando la cercanía y los beneficios que suponen el vivir en una “gran ciudad”.

Las jugueterías en respuesta a las series y publicidades masivas ofrecen juguetes mecanizados y rígidos ,  que en ocasiones duran en las manos de un niño indagador, casi minutos sin destruirse con la consiguiente frustración y castigo. Seguro reci­birá de alguna persona la crítica demoledora de “ ¿porque lo rompiste? ”, cuando en realidad no estaba hecho para que dure , ni juegue.  Es que no es un juguete pensado para que sea  didáctico, sólo su fin es comercial.

Los patios escolares se han convertido en testigos de la expresión de raspaduras y golpes entre ellos. No hay rayuelas dibu­jadas en el piso, ni tableros de ajedrez, ni sogas para saltar. Y nuestros niños por falta de lugares para correr, despliegan allí casi de modo desaforado  esa actividad.

Día tras día tienen miles de propuestas extracurriculares  que abundan,  la natación, los idiomas, los cursos de computa­ción, todos orientados para que produzcan más  y llenen su tiempo extraescolar. Todo muy valorable  cuando también hay espacio para que jueguen  libremente y generen  sus propios inventos. El juego es en sí mismo saludable y  contribuye a su crecimiento.  Juegan a aquello que “serán el día de mañana”, de por sí “el jugar  sólo y con otros es alimento”.

La “ciudad de los hombres grises”(1), ya nos ha ganado, corremos contrareloj, sin disfrute de lo que vamos realizando. Todo tiene que ser rápido, eficiente y productivo. Cómo si hacerlo de otro , que puede ser más creativo,  no lograra los mis­mos resultados.

Cuando hablamos de que aprendan un deporte los orientamos a la competencia, y no “a darle la mano al contrincante que gana”, tampoco a la superación personal.

Y que sabemos del ”ponerle la cola al chancho”, y del “teléfono descompuesto”, del “juego de la oca”, de “vestir y desvestir a las muñecas”, de ver sus “caritas de asombros en la escucha de un cuento”. Nuestros niños ansían las play, las wi, los celu­lares entre otras cosas. Y no está  del todo mal, son la representación de lo que la tecnología nos ofrece y nosotros también usamos para comunicarnos rápidamente.  Cómo adultos somos responsables de reglarlo y darle el valor a cada cosa.

Claro  es más  saludable  buscar  un justo  equilibrio, entre las cataratas de ofertas tentadoras que reciben a diario  desde todos los  medios de comunicación,  y lo que podamos trasmitirles nosotros en concordancia con una filosofía que valora “la riqueza del contacto genuino entre nosotros”, del vivir plenamente el  aquí y ahora”, del agradecer cada mañana a nuestra tierra por todo lo que nos dá, y así respetarla.

Pocos  de nuestros niños comparten una tarde de café con leche, o  una chocolatada  con sus amigos, “no hay tiempo para eso”.  Nuestros niños comen palitos y  chizitos, productos todos elaborados  industrialmente, sentados frente al televisor,  viendo series que en pocos casos trasmiten valores como la solidaridad, la cooperación.  Ya no hacemos galletitas , ni ama­samos  con ellos, no tocamos instrumentos, ni escuchamos música juntos.  Dedicar un tiempo  para  todo eso “vale la pena”.

Necesitamos acompañar  a nuestros niños  plenamente de un modo amoroso. Escuchar lo que tienen  para decirnos, fomen­tar  la expresión de sus necesidades y sentimientos. Se trata de “maternar, paternar, abuelar”, con todo nuestro ser, revi­sando a cada paso nuestras vivencias,   reflexionando en pos de revertir lo que  nos  duele y  hoy  afecta a  nuestros niños.

Ellos  serán padres y madres mañana, es fortalecedor que hoy construyamos junto a ellos una infancia rica en experiencias compartidas en familia y con amigos, que dé lugar a espacios de creatividad y juego, “sobre todo de juegos”.
              Lic. Liliana Calvo y Lic. Anabella Ossani*
* Ambas son: La Directora del Grupo ConVivir y la Coordinadora del Área Psicoterapéutica de dicha Institución: www.convivirgrupo.com.ar
(1) Personajes del cuento Momo de Michel Ende Editorial Alfaguara

martes, 15 de marzo de 2011

Ser estable, seguro y confiable. Tres claves para la crianza, tres claves para la vida

Imagine que no existen las normas de transito. Un día en el que simplemente no hay semáforos...; piense que pasaría si usted no supiera, y no tuviera como saber, en qué dirección fluyen las calles, o de qué lado se debe conducir...¿Cómo se sentiría usted? Yo podría decirle que al menos se asustaría, que le entraría una sensación de incertidumbre, algunos se enojarían y otros se angustiarían. Hoy quiero compartir tres claves básicas para la crianza de sus hijos que pueden ser usadas en cualquier contexto de relación con otros, y que les ahorrarán muchos dolores de cabeza.

El principio es simple: los seres humanos, para vivir tranquilos, necesitamos reglas que regulen nuestra forma de actuar en todas las situaciones. Inclusive los ambientes que no tienen reglas cuentan con al menos una regla básica, esto es, no tener reglas. Ahora piense un momento que pasaría si usted no tuvieras reglas, por ejemplo, en el trabajo; si usted no supiera que esperan de usted y que debe hacer; si usted no pudiera de cierta manera saber, imaginar o proyectar qué puede pasar en su día a día...; le puedo asegurar que si usted no tiene normas, las pide, se las exige a sus superiores o se deprime. Y eso sucede de diferentes maneras -pero podría decirles que las formas más comunes como “se pide” son el enojo, la frustración laboral y la transgresión de las normas ya conocidas.

Esto mismo aplica para la crianza de los hijos. Me explico mejor.

Tenemos la creencia que a los niños no hay que decirles, que ellos deben hacer de la misma forma que un adulto sabe que debe trabajar; les asignamos un sentido de responsabilidad que no es propio de un niño, les decimos: “tú debes ir al colegio”, “tú debes lavar tu ropa”, “debes portarte bien” ¿¡alguna vez se ha puesto a  pensar lo difícil que es entender que es «portarse bien»!? El error es común: se trata de suponer que el otro (hijos, esposos, amigos, trabajadores, compañeros) sabe que esperamos de ellos y debe hacer como nosotros consideramos que es mejor -y lo más gracioso de todo es que ¡ni siquiera les contamos! Ahora a las claves.

Desde la psicología se ha hablado de tres características básicas que los ambientes (y las personas) deben generar para evitar conflictos y facilitar la crianza y son las siguientes:

1. Ser estables: hace referencia a que  se pueda  saber con certeza cuál es el espacio que se habita y las personas que “nos pertenecen”, desde la habitación, la casa, hasta el escritorio de la oficina; la no existencia de estas características en nuestras vidas genera sensación de inestabilidad y de no pertenencia.

2. Ser seguros: algunas de las principales características de la infancia son el deseo por explorar y conocer. Con los niños es preciso generar la sensación de que tienen espacios donde “no les va a pasar nada”, donde pueden refugiarse y encontrar comfort cuando sientan temor o la exploración del mundo no haya salido del todo bien. (Generalmente esta sensación se obtiene en casa; piense que se desea después de un día difícil... “¡llegar a casa!”)

3. Ser confiables: Los niños y las personas deben poder confiar en el otro. Si esta sensación de confianza no ocurre, se empiezan a generar mentiras y recelo en las relaciones. La clave en este caso es ser coherente entre las acciones y las palabras, y ser consecuentes en los actos; recuerden la frase de oro: “se aprende del ejemplo”.

Por último, van unas recomendaciones para implementar estas tres reglas:

1.       Implemente rutinas en el hogar. Esto le permitirá a sus hijos predecir que va  a pasar en el día a dia y  los tranquilizará.

2.       Establezca consecuencias claras para las acciones aceptadas y no aceptadas.

3.       Cada falta tiene su correctivo. Evite acumularlos o prolongarlos.

4.       Sea claro en lo que pide. Evite decir “pórtate bien”; explique claramente que «debe hacer» y «no hacer» para que su comportamiento sea el que usted espera.

5.       Honre la palabra. Cumpla con lo que promete, cuéstele lo que le cueste.

6.       Evite hablar de  cosas que no piensa cumplir.

7.       “Pórtese bien”. Su comportamiento será su mejor aliado o su peor enemigo.

En definitiva, la palabra más importante es predictibilidad. Si podemos anticipar comportamientos y situaciones, vivimos más tranquilos, con menos agresividad y angustia y ganamos en felicidad.